La crisis política, económica e institucional está actuando como cortina de humo para ocultar un ataque frontal contra los derechos humanos
Por JUREMA WERNECK,
Nunca ha sido fácil nacer en una favela, ser mujer, negra, activista y lesbiana en Brasil, pero ahora será todavía más difícil. Si se aprueban las medidas legislativas que pretende el Congreso, veremos retrocesos en muchas de nuestras conquistas sociales.
Hace un año, la comunidad internacional todavía sentía cierta admiración por mi país. Estaban a punto de comenzar los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, el evento deportivo más importante del mundo. Pero los Juegos terminaron y todo a lo que aspiró durante años Brasil se evaporó con ellos. Hoy, muchas de las infraestructuras construidas, en las que se gastaron miles de millones de reales, ni siquiera se utilizan. Ocurrió lo mismo con algunas otras grandes obras realizadas para el Mundial de Fútbol de 2014. Allí donde lucía el esplendor, hoy se aprecia el abandono.
El mundo ya no mira a Brasil o, si lo hace, es con desesperación. Ya no parece un país confiable para invertir. Solo se asoma a la agenda internacional por los casos de corrupción en los que se ven envueltos sus políticos y gobernantes. Sin embargo, y esto es lo más grave, la crisis política, económica e institucional está actuando como una cortina de humo que oculta un ataque frontal contra los derechos humanos.
Por JUREMA WERNECK,
Favelas de la ciudad de Juiz de Fora, a unos 200 kilómetros de Río de Janeiro, Brasil. GETTY IMAGES
Nunca ha sido fácil nacer en una favela, ser mujer, negra, activista y lesbiana en Brasil, pero ahora será todavía más difícil. Si se aprueban las medidas legislativas que pretende el Congreso, veremos retrocesos en muchas de nuestras conquistas sociales.
Hace un año, la comunidad internacional todavía sentía cierta admiración por mi país. Estaban a punto de comenzar los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, el evento deportivo más importante del mundo. Pero los Juegos terminaron y todo a lo que aspiró durante años Brasil se evaporó con ellos. Hoy, muchas de las infraestructuras construidas, en las que se gastaron miles de millones de reales, ni siquiera se utilizan. Ocurrió lo mismo con algunas otras grandes obras realizadas para el Mundial de Fútbol de 2014. Allí donde lucía el esplendor, hoy se aprecia el abandono.
El mundo ya no mira a Brasil o, si lo hace, es con desesperación. Ya no parece un país confiable para invertir. Solo se asoma a la agenda internacional por los casos de corrupción en los que se ven envueltos sus políticos y gobernantes. Sin embargo, y esto es lo más grave, la crisis política, económica e institucional está actuando como una cortina de humo que oculta un ataque frontal contra los derechos humanos.
Fonte: El Pais
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